Un buen libro es como un buen viaje, se empieza con inquietud y se termina con melancolía...

domingo, 15 de agosto de 2010

Psicopatamente Enamorada

Psicopatamente Enamorada

Categoría(s): Drama, fantasía, terror psicológico.

Mire a un lado: todo era blanco.

Mire hacia el otro: también era blanco.

Mire hacia atrás: Era inútil. El maldito blanco reinaba por doquier como una enfermedad terminal.

Intente palpar aquella superficie desprovista de color, pero, sin lugar a dudas, no podía.

Maldita sea, maldije, enojada, con los ojos tan abiertos como si estos estuvieran a punto de salir disparados de sus cuencas.

Forceje, con la esperanza de que la estúpida correa de seguridad dejara de apretar tanto mis extremidades. Pero fue un trabajo totalmente inútil.

Entonces, debía tomar otras opciones: allí, sentada en aquel rincón, en una amplia sala en la cual tan solo imperaba la ausencia de color, estaba yo, con el cabello alborotado, y tan solo una pobre bata andrajosa ocultaba mis atributos tan desgastados. La maldita bata también era blanca, no me parecía extraño.

Tome una bocanada de aire, y aguarde un momento en el cual reuní toda la fuerza posible para realizar lo siguiente: con la ayuda de mis dos piernas ( estas estaban marcadas por alguna que otra cúpula y cicatriz que me había dejado mi pasado como un horripilante recuerdo) me arrastre hacia adelante, como una sucia serpiente. En algún momento estuve a punto de caerme hacia un lado, pero, gracias a los pocos kilogramos que posee mi cuerpo, esto solo era producto del arduo trabajo que ejecutaba con la fricción del suelo y mi peso.

Cuando ya había recorrido unos pocos metros, me encontré en la mitad del lugar, y entonces, pude observar todo mí alrededor.

Estaba loca, con una correa de seguridad para psicópatas, encerrada con toda la seguridad posible como si fuera una maldita criminal desalmada en serie, aunque, lo que en mi pasado hice, fue por las circunstancias que me impulsaron a la acción, sin embargo, no fue por voluntad propia. Yo no quería, pero ella, con todas las malas intenciones del mundo, hacía de las suyas, y debía hacerle frente.

Todo había sido por amor. Un amor puro y sano. Aunque aquella intrusa había sido producto de este, me arrepentí de haberla tenido en mis entrañas por unos malditos y dolorosos nueve meses.

Dirigí la mirada hasta el final de la pared descolorida, al final de esta, se divisaba una pequeña ventana con los vidrios entreabiertos, y uno de estos, estaba partido, como si algún niño fuera lanzado una pelota por accidente. Pero volví en sí, y me pregunte que niño podría estar jugando en el exterior, al menos que estuviera en las mismas condiciones mías, supuse.

De pronto, una luz enceguecedora se coló por el pequeño agujero imperfecto. Fue a parar literalmente hacia mis ojos. Entonces me deslumbro y baje la vista al momento.

-Mírame- dijo una voz masculina desde algún lugar. Dicha voz se me hacía muy familiar.

Me inmute al instante, pero no me causo miedo.

No levante la vista.

-Mírame, Taylor- repitió, renuente a parar. Cuando pronuncio mi nombre, aquella corazonada de conocimiento se acentuó con mas fervor. Era evidente que era el.

Aun asi, tome por alto su petición.

-Sí, soy yo- De pronto pronuncio estas palabras. ¿Como podía leer mis pensamientos, si ahora pertenecía al mas allá?

Esta vez, levante la vista.

-¿Joe?

Mi voz sonó en la estancia, tímida y vulnerable.

En la habitación no había nada, ni normal ni paranormal. Solo la luz y yo.

-Sí, soy yo- Respondió, pero ahora su voz había adoptado algo de agudez, similar a la voz de un padre que está a punto de darle una lección inminente a su hijo. - Mira en lo que has caído - continuo,- en estas cuatro paredes, con esas prendas, y en las circunstancias en las que te encuentras...

-Pero, amor, no fue mi intención, yo no quería...

-!Tu decidiste todo mujer! - bravo la voz, enojada.- Éramos felices, teníamos todo lo que podía desear una pareja recién casada, pero tus malditos celos destrozaron todo, todo lo que habíamos construido con tanto esfuerzo.

-! No quería hacerlo! - exclame con el ceño fruncido, haciéndome notar con la última nota lastimera que había dejado escapar mis resecados labios.

-Podías controlar la enfermedad... podías Taylor.

-! NO ESTOY ENFERMA, MALDITA SEA!- grite a viva voz, pero entonces baje la vista y trate de calmarme. Sin darme cuenta, ya mi cuerpo temblaba involuntariamente,- no lo estoy- repetí.

-Eso te falto - insistía Joe- te falto resignación y empeño. Parecía que no te querías recuperar. Parecía que las cosas que hiciste te causaban algún tipo de placer...

-Yo no quería... no quería, de verdad- ahora mi rostro estaba surcado de numerosas lagrimas.

- No cambias nada con tus lágrimas...

Sollozaba en silencio.

- Tus lagrimas no podrán ratificar el daño que causaste en el pasado: No podrán curar la perturbable cicatriz que le dejaste a mi familia, y a TU familia - comenzó, haciéndome devolver en el tiempo y llegar a tan horrorosos momentos. Si lo tuviera al frente, juraría que estaria llorando, pues cuando dijo Tu, lo subrayo con un tono de voz algo débil y culposo ,- con tus lagrimas no le devolverás la vida a nuestra hija... !Por amor a Dios!, !Era tu hija!... con tus lagrimas, no me devolverás la vida...

Levante la vista. Me sobresalte un poco, y mi corazón dio un tremendo brinco.

Joe estaba en frente de mi, con el dedo índice señalándome. Me hizo recordar a tantas manos, que, con sus dedos acusadores, me señalaban por doquier.

Sin embargo, el Joe que recordaba como un hombre vigoroso y de facciones atrayentes, no era aquel que se encontraba al frente de mi, señalándome con insistencia como si fuera una ladrona en pleno crimen, sin lugar a dudas.
Ahora, el reflejo de una vida maldita y llena de problemas amorosos lo llevaba impreso en el rostro, como si fuera parte de él desde hacía muchos años.

Heridas y rasguños reinaban en su rostro por doquier, su vestimenta estaba en condiciones deplorables, y con una enorme herida impregnada en la parte derecha del cuello, literalmente en la vena Orta, la cual no dejaba de sangrar e inundaba toda su ropa de millones y millones de células.

Vena que había perforado como prueba de mi amor. No era para hacerle daño, sino para alentarlo a dar el primer paso, y juntos, pasar a mejor vida, no obstante, nada de lo planeado ocurrió como yo lo había imaginado.

-Levanta la vista- dijo con voz aguda.

-No…

-Vamos, levántala…

Negué con un cabeceo. Ya mis lágrimas comenzaban a abrirse paso entre mis pómulos.

-¿Es que acaso no quieres ver a nuestra hija?

De pronto, aquellas palabras surgieron de sus labios con un tono sobrio y a la vez trémulo. Pero, con respecto a “nuestra hija”…

-¿Qué quiere ese demonio?- la pregunta emergió de mi interior con un tono desafiante.

Aun no levantaba la vista, y mucho menos aun si el engendro estaría allí presente.

-¿Demonio? ¡Es nuestra hija!

-No es nada mío…

De la nada comenzaron a escucharse quejidos lastimeros, quejidos de dolor…

-Es ella- anuncio Joe.

-No la quiero ver, ya eh dicho- insistí, subrayando las últimas palabras con ímpetu.

Los quejidos comenzaron a pronunciarse con más consistencia, al punto de convertirse en constantes.

-¡Llévatela!... ¡Llévatela, no la quiero ver!- vocifere aun con la cabeza inclinada.

-¡Mama!, ¿Por qué me hiciste esto?, ¿Por queee?

La muy maldita había hablado con un tono de ultratumba. La incertidumbre comenzó a apoderarse de mí ser, y su voz contribuyó hasta el punto de que mi piel se transformara en pequeñas imperfecciones circulares, seguidas de un terrible escalofrío: la carne de gallina.

-¿Por quee?

-¡vete!

-¿Por quee?... ¡Mamaaaa!

Sus chillidos insistentes comenzaban a martillarme el cerebro.

-¡VETE MALDITA ZORRAAA!

-¡Mamaaaa!- grito la engendro, dejando una estela de as que se transformaban en identificables voces, todas se pronunciaban simultáneamente.

No soporte más sus quejidos llenos de una evidente hipocresía, y levante la vista.

Joe ya no se encontraba en mi campo visual, en lugar del hermoso ser que siempre fue, se encontraba, en un rincón, un pequeño bulto con una cabeza desgarrada y con la piel desintegrada, de esta, algunos cabellos chamuscados se pronunciaban débilmente. No dejaba de jadear.

El engendro, pensé con aprensión.

-¿QUE ES LO QUE QUIERES? ¿PRETENDES HACERME LA VIDA AÑICOS DESPUES DE MUERTA? ¡PUES NO LO PERMITIRE!- empuje las palabras unas tras otras, gritando lo más fuerte posible, dejando escapar una nota trémula. Mi voz era muy similar a la que empleaba cuando le daba una tunda de las tantas que se merecía.

Sin embargo, mi vos comenzó a tornarse nerviosa, y sin darme cuenta hasta ahora, esto comenzó a evidenciarse en mis negaciones y amenazas anteriores.

-¿Por qué me hiciste esto?- pregunto la zorra, haciéndose la victima.

-¡Porque te lo merecías!... ¡Todo fue por tu maldita culpa!... ¡TODO!

No tenía dudas de ello.

-Ya déjame de culparme de algo que no hice… Mira como me dejaste, todo mi cuerpecito me duele mucho- Aun empleaba el tono terrorífico y escalofriante.

-El dolo es tu castigo… Aun sufres después de muerta, y eso es precisamente lo que yo quería… ¡QUE SUFRIERAS PARA SIEM…

-¿Tienes miedo, eh?

De pronto aquella pregunta me enmudeció al instante. La maldita engendro del demonio parecía haberme leído el pensamiento…

Deje escapar una risa malévola.

-¿Miedo yo?...¿De ti?... ¡JA!

-Si, de mi. Tienes mucho miedo. Mi voz te aterroriza mucho… ¡MUCHO! ¡MUCHO!

-¡No me aterrorizas maldita perra!-le grite, dejando muy en claro mi negación.

Sin embargo, ella lo ignoraba empleando el tonito sarcástico con el cual jugaba por las tardes con su fea muñeca.

-¡MUCHO! ¡MUCHO!

Su cabeza comenzó a moverse de un lado a otro, del mismo modo que hace un niño cuando juego con sus compañeros al gato y el ratón conforme saltan tomados de las manos.

-¡MUCHO! ¡MUCHOOOO!

-¡YA CALLATE!

-¡MUCHO!, ¡MUCHO!

-¡BASTAAAA!

Súbitamente, su cabeza comenzó a girarse. De pronto dejo al descubierto su deforme rostro, el cual estaba conformado por desiguales y deformes cicatrices, quemadas que iniciaban desde su calvicie, y caían en zigzag por su despedazado rostro. Sin embargo, no dejaba de cantar.

-¿Te gusta mi cara?... es el resultado de tu obsesión por mi papi… mi papi… mi papi…

-¡DEJALO EN PAZ A EL, MALDITA PERRA!

-¡solo mío!, ¡mi papi!... mío… mío

En un intento de dejar de escuchar su burlona voz, giraba la cabeza de un lado a otro, desesperada.

-¡YA!, ¡ya déjame!- ahora gritaba, presa de la incertidumbre y el desespero que en ese momento me atacaban literalmente.

Me lleve las manos a la cabeza y comence a zarandearme de un lado a otro, como si estos ademanes fuesen capases de caducar con la tortura de la que era presa.

Una presa con poco juicio, pensé, pero luego valorice mi pensamiento e intente borrarlo de mi mente.

Me detuve en seco y deje de ir de un lado a otro. Baje la vista. Las palabras necias de la engendro habían cesado de pronto, como si alguien le fuera asestado un muy merecido puño en aquellos labios carbonizados.

No me atrevía a levantar la cabeza. Así que solo la incline un poco y mire en un rápido soslayo: Nadie estaba. Debí alegrarme por ello, pero tan solo suspire de alivio y me puse alerta. Tenía la certeza de que algo mas podía ocurrir en estas cuatro paredes…

-Alerta, tienes que estar alerta- me dije para sí misma, en alentadores susurros.

Allí, arrodillada, con la cabeza gacha y cabizbaja, oía que aun el corazón me latía aceleradamente y con estrepito. Los latidos se agolpaban en mis tímpanos, y me producían un nudo en la garganta. Comprendí, entonces, de que estaba sintiendo las mismas sensaciones que me hacían recordar, de una forma maravillosa, a aquellos días en los cuales dos jóvenes paseaban con aire despreocupado, por la orilla de una playa, tomados de la mano y tan solo preocupándose de que su relación creciera de una forma gratificante.

Pero trate de ahuyentar ese irrepetible recuerdo y volví en sí. Alce la cabeza y examine mí alrededor: todo estaba en orden.

No obstante…

Se escucharon unos rápidos jadeos, al mismo tiempo que se escuchaban pies arrastrándose pesadamente por el suelo… pero no solo eran dos, sino cuatro. Comprendí, al momento, de que era como si alguien gateara con dificultad. Todo esto provenía a mis espaldas.

Me mantuve rígida y tan quieta como una roca. Los sonidos cesaron y sentí una extraña sensación: sentí que alguien me miraba. Tenía la mirada fija y perdida al frente, así que alguna extraña presencia aguardaba a que me diera la vuelta.

Volvió, pensé con aprensión, volvió y esta vez me llevara con ella al infierno.

Temblaba de miedo, intentaba cesarlo, pero era algo indiscutiblemente inútil. Tan solo me quedaba armarme de valor y enfrentar el momento con un valor artificial, pues, en realidad sentía un horror que traspasaba fácilmente cualquier barrera de valentía, por muy atrevida que fuese.

Mis pulmones se inflaron súbitamente de oxigeno, y me volví lentamente.

Fuera, la recién graduada en psiquiatría, la doctora Mandy Pencylvan, escucho un descomunal grito. Los pelos se le pusieron de punta y salió disparada al enorme pasillo en la cual todas las habitaciones de los recién llegados se afilaban una al lado de la otra.

Continuara... ;)